Diagnóstico enfermero : Gestión ineficaz del régimen terapéutico familiar
Diagnóstico médico : Carcinoma infiltrante de mama
Por amor a una madre
Hacía quince años que Pedro no viajaba a su país. Apenas era un niño de doce años cuando su padre le pagó el viaje a Francia para trabajar en el negocio de un amigo de la familia. Ahora es delineante en una firma de arquitectos de Barcelona y ha conseguido ahorrar suficiente dinero para mantener, en su país, a sus padres y hermanos.
Hoy el viaje es muy importante, va acompañado de María, la mujer con la que se casará. Sus padres le habían buscado una esposa en su pueblo natal y no había sido fácil convencerlos de los contrario.
La gestión de las relaciones familiares aveces pueden ser muy complicadas.
La familia es una estructura de suma importancia para la sociedad y su funcionamineto, es el contexto natural en el que se transmiten los valores y los conocimientos en las culturas. La familia constituye una manera particular de ver la realidad.
Esta situación de perdidas pero no perdidas crean emociones contradictorias: tristeza y alegría; perdidas y restituciones; ausencia y presencia que hacen que las perdidas sean incompletas, ambiguas, pospuestas y como alguien las ha llamado “de duelo perpetuo”.
Por ello, toda intervención con inmigrantes ha de ser prudente y culturalmente sensible.
A la llegada de Pedro a su pueblo de origen, el padre se había divorciado de la madre y ahora vivía con una mujer más joven que le había dado dos hijas. Las hermanas habían sido casadas y vivían con sus maridos en otros pueblos.
La pareja llevaba tres días en casa de su padre y todavía no había visto a su madre. Sus tías decían que estaba enferma. Una enfermedad de mujeres que había sido el motivo de divorcio de sus padres. Parecía como si todo el mundo quisiera que volviera a Europa sin verla.
Las dinámicas familiares cambian ya sea con la distancia o con las nuevas formas de relacionarse originadas por la sociedad de acogida.
Finalmente la encontraron en una habitación de la casa de la hermana mayor de su madre, una mujer anciana y demenciada que vivía a las afueras del pueblo.
Al entrar en la casa un olor nauseabundo los tiró para atrás. La suciedad reinaba por todas partes. Encontró a su madre en una habitación prácticamente a oscuras. En un principio pensaron que era un animal cobijado bajo una montaña de ropas.
Al mirarla a los ojos la reconoció. Aquella mirada dulce que le había consolado de pequeño y que él había recordado todas las noches en sus sueños cuando cansado de trabajar y estudiar, caía en el camastro que le había puesto Tomás al lado de la chimenea del comedor.
El mal olor que desprendía el cuerpo le impedía abrazarla como debía y su madre interpretó que la repudiaba igual que había hecho su familia y se apartó de él.
Pedro hizo acopio de valor y al acercarse a su madre pudo ver las moscas que se le posaban en el pecho y al levantar el pañuelo que la cubría pudo ver las pústulas que se extendían por la mitad de su pecho. Donde antes estaba la mama que alimentó a sus seis hermanos y a él mismo, ahora había una herida en forma de coraza.
El cáncer de mama en su mayoría afecta a los conductos que llevan la leche al pezón, es el llamado cáncer ductal. Otro tipo es el que afecta a los tejidos que producen la leche y hablaríamos del cáncer de mama lobulillar.
Cuando este cáncer se encuentra en estado avanzado los síntomas pueden incluir: Dolor oseo y mamario; Úlceras cutáneas de diferentes grados; Edema axilar; Pérdida de peso importante;
Sintomatología secundaria a la diseminación neoplásica.
En el pueblo de donde era Pedro el cáncer de mama era atribuido a un tipo de comportamiento de la mujer y considerado poco menos que un castigo de su Dios. La conclusión de la familia era que Marta estaba siendo castigada por algo que había hecho y ellos ignoraban.
Llevaron a Marta a un hospital de la capital del país donde los médicos le informaron que no podían hacer nada por ella y la mandaban a casa.
Tardaron dos largas semanas en conseguir arreglar la documentación necesaria para llevarse a su madre de allí. Después de hablarlo con María decidieron que viviría con ellos en Barcelona. La llevarían a un médico con la esperanza que se pudiera hacer algo por ella.
Intervención del equipo de Hospitalización a Domicilio
Cuando conocimos a Marta su cáncer estaba muy evolucionado. Prácticamente era una mujer en un alarido de dolor, con el hemitorax derecho cubierto por una coraza de ulceras mal olientes. La desnutrición había hecho de Marta un saco de piel y huesos. No podía ni sentarse en la cama y cuando lo hacía era para mirar por la ventana los niños en el parque.
Lo primero que controlamos fue el dolor y la dificultad respiratoria con parches de fentanilo y morfina oral.
Fue más difícil controlar el olor que se desprendía de las úlceras.
Como enfermeras y como personas nos encontramos con la dificultad de que si la curabas y hacía poco que habías comido era muy difícil combatir el vómito y después de la cura tampoco podías comer porque el olor perduraba en las fosas nasales durante horas impidiéndote que pudieras disfrutar de la comida. Nos lo tomamos con filosofía enfermera y decidimos que era un nuevo método de hacer la «operación bikini» para estar sexis en verano.
Para hacer la cura nos poníamos doble mascarilla con unas gasas impregnadas en colutorio que disimulaban el olor.
Limpiábamos las heridas con jabón y suero fisiológico y poníamos fomentos de antibiótico tópico que eliminaba el mal olor.
Cubríamos las heridas con gasas grasas y unas placas de apósito absorbente (*).
La presencia de nauseas en Marta desapareció al controlar el olor de las heridas. Se le proporcionaron suplementos proteicos que mejoraron su estado general. Comenzó a salir todas las tardes con María al parque.
Se podría decir que la comunicación verbal fue a través de su hijo, que estuvo presente en todas nuestras visitas, pero Marta tenía un rostro muy expresivo y dulce que ayudaba mucho en la comunicación no verbal.
Le buscamos una distracción que le permitiera evadirse de su situación y así fue como empezó a hacernos collares de bolitas de plástico.
Lo más importante es que conseguimos que su hijo pudiera abrazar a su madre sin sentir rechazo.
Marta era una gran mujer. Cuando cada día entrabamos en su habitación nos recibía siempre con una sonrisa, aunque tuviera dolor. Cuando nos despedíamos nos cogía las manos entre las suyas y nos la ponía en su frente para darnos las gracias.
Marta murió en Barcelona, en casa de su hijo, su nuera y su nueva familia que era el equipo de Hospitalización a Domicilio. Lejos de aquella sociedad que le había negado ayuda en nombre de una fe que discrimina a las mujeres por su sexo y que permite que mueran como animales en nombre de creencias infundadas que solo alimentan intereses misóginos.
(*) No hemos querido hacer publicidad de marcas registradas
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